Hay un tiempo para los verdes que se pudren
y un compás para el amarillo de los locos.

En cada color abandonado,
una nota se reencuentra con sus muertos,
las calles abandonan su bozal, las ventanas
son el nuevo marco de los crucificados
que tienden los restos de sus pulmones al sol
y la palabra se hace carne lentamente
en el último andamio capaz de sujetar el mar.

texto: Marian Raméntol